La máquina de competir

La máquina de competir (1)

Martes, 29 Junio 2021 07:59

La máquina de competir

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LA MAQUINA DE COMPETIR

 

¿Os habéis fijado en el diapasón de una guitarra? Es un sendero que comienza anudando su cordón umbilical en el clavijero ¿Poético verdad? Pues lo que sigue es metafórico: comienza en un largo camino lleno de obstáculos, a los que llamamos trastes, con el objetivo de conectar con el corazón del intérprete antes de expulsar el sonido al universo a través de la boca.

 

Todo ese proceso que en la guitarra es instantáneo, como el colacao, puede acabar siendo amargo, como el café, si con el tiempo no lo sabemos gestionar. Siempre he dicho que a mitad del diapasón hay vericuetos ocultos, llenos de recovecos y trampas. El objetivo es llegar hasta el final saltando los obstáculos. Los más importantes tienen que ver con el aspecto físico, y sobre todo, mental. Uno es consecuencia del otro.

 

Cuando nuestro cuerpo nos envía avisos es que algo no estamos haciendo bien. Las lesiones son una constante en la vida del músico. Nos lesionamos por un incorrecto aprendizaje, por vicios posturales y por un inadecuado planteamiento mental de nuestra realidad. Y ahí es donde quiero llegar. Al segundo aspecto.

 

LA SALUD MENTAL DEL GUTARRISTA

 

Qué bien me he quedado cuanto he puesto este subtítulo en mayúsculas. De sobra es conocido en el mundo del Flamenco la cantidad de guitarristas con trastornos mentales, así como los que padecen distonía focal, hasta incluso quien ha padecido miedos escénicos. En otras músicas me consta que sucede exactamente igual.

 

Llega un punto en la progresión del guitarrista en el que se alcanza cierto nivel (o al menos eso se cree uno) y se auto impone una exigencia. Esa exigencia lleva, en casos, a marcarse unos objetivos de ensayo, rutinas y actitudes que rompen el equilibrio personal. A partir de ese momento surgen los ataques de ego, crisis existenciales, lesiones, depresiones, y un sinfín de patologías variadas. Y ni hablo ya del pozo de las vanidades que supone la presencia mediática en las redes sociales.

 

Resulta complicado a veces confundir el aplauso al músico con el reconocimiento a la persona, y más, cuando no se está preparado mentalmente para ello. El artista es un divo en escena por naturaleza pero no siempre se entiende bien la importante metáfora que supone bajar las escaleras del escenario y pisar tierra. De las nubes al suelo. Por eso es muy importante estar siempre supervisado por una persona de calidad, que nos guíe periódicamente, que nos recuerde de dónde venimos y que nos impida despojarnos de la ilusión con la que comenzamos a tocar.

 

Y llegados a este punto, aparece “la competición”. Aquí es donde se confunde la música con el deporte, donde se ve quien ama la guitarra o la utiliza. Y no solo hablo del guitarrista, sino de ese enjambre de pseudo aficionados que confunden al inexperto, comparando unos con otros, sin verdaderos argumentos. Puedo constatar varios ejemplos de personas ilusionadas con la guitarra que han sido literalmente anuladas por culpa de comentarios comparativos. Eso es muy lamentable.

 

A ver, estamos hablando de guitarra, de música. Nadie es más que nadie, y viceversa. Lo que realmente importa es expresar, decir lo que cada uno lleva en su interior, echar afuera sentimientos y vivencias de la mejor forma que podamos. En el momento se entra en el juego de la comparación se ha perdido la batalla. Dejamos de ser auténticos, convirtiéndonos en máquinas de competir y no en músicos. Con frecuencia se manejan términos como “el mejor” cuando se quiere decir “el que más me gusta”. La música y el sentimiento no se cuantifican. Seamos serios.

 

El énfasis lo pongo en un planteamiento sano, en el amor puro hacia la guitarra, hacia la música, sin distorsiones. Si nuestra mente está limpia de comparaciones, envidias y tonterías varias, tenemos el terreno abonado para una vida guitarrística plena. En ese estado nos fascinará ver a alguien que toca de maravilla, a la vez que sentiremos empatía por quien tal vez esté un poco por debajo de nuestro nivel. Todo es sano y, lo que es mejor todavía, podremos crecer con facilidad. El músico que “se lo tiene creído” nunca avanza. Por el contrario, el humilde puede explotar su potencial. Y no hablo de esa “falsa humildad” imperante muchas veces en el mundo flamenco, sino de la humildad real, de corazón para adentro.

 

La guitarra es una carrera de fondo. Llega el que mejor sabe manejar su realidad.

 

Nota:

Éste articulo va dedicado a varias personas que han alimentado mis conocimientos gracias a su experiencia. Casi todos son o han sido alumnos míos, a quienes agradezco su amistad y confianza.

 

Antonio, gran preparador físico que dejó la alta competición para tocar bulerías.

José, que tan bien toca la guitarra y tanto mal le hizo su tío comparándolo con su primo.

Dani, que superó una distonía focal gracias a encontrarse consigo mismo.

Vicente, que tenía unas grandes condiciones pero decidió equilibrar la guitarra con su vida.

Joaquin, que solo cogía la guitarra para actuar y acabó perdiendo la ilusión.

Guillem, que gracias a la guitarra pudo rehacer su vida (tal cual lo cuento).

Floriane, que comprendió que la guitarra es más profunda que la imagen propia.

Luis, que llegó a ser feliz en el escenario viendo disfrutar a la gente.

Eva, artista íntegra, que enriqueció sus directos gracias a la técnica flamenca.

Miguel, que fue víctima de la frustración de su padre y acabó con depresión.

 

Podría nombrar a decenas más, pero ni son todos los que están... ni viceversa.

 

Ahora observa el diapasón de tu guitarra y pregúntale cual es tu perfil:

¿Soñador?

¿Un mercenario?

¿Acaso... aficionado?

¿Me escondo detrás de la guitarra?

¿Disfruto a solas tocando la guitarra en mi casa?

¿Toco la guitarra solamente en reuniones con amigos?

¿Gracias a la guitarra puedo ganar dinero aunque no tenga nivel?

¿Para mí la guitarra es una forma de vida donde la necesito para ser alguien?

¿La guitarra complementa toda la riqueza que tengo en mi vida y le da un sentido especial?

¿La guitarra me evade de una realidad que no me llena y me hace sentir que vivo?

¿La guitarra me conecta con un mundo que solamente existe en mi fantasía?

¿Me siento importante subiendo fotos tocando en las redes sociales?

¿Abrazo la guitarra y soy la persona más feliz del mundo entero?

 

Me apunto a ésta última ¿Y tú?

 

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